martes, 9 de febrero de 2016

EL ÚLTIMO LOBO: Inicia el proyecto Séptimo arte y algo más 2016

Buenas tardes mis amig@s cinéfilos de séptimo arte y algo más:  éste viernes 12 de febrero a partir de las 2 y 45 pm, regresa el proyecto de cine más importante del departamento del Guaviare y que se orienta desde la Institución educativa Santander desde hace más de 11 años y que ha permitido la proyección de más de 700 películas de alta calidad cinematográfica.  Por ello estaremos proyectando la espectacular producción EL ÚLTIMO LOBO DEL DIRECTOR JEAN JACQUES ANNAUD en la sala de Audiovisuales de nuestra institución. Espero la disfrutes, Adán Ovalle, gestor del proyecto.
 
Título original
Wolf Totem aka
Año
Duración
121 min.
País
 China
Director
Guión
John Collee, Lu Wei, Jean-Jacques Annaud (Novela: Jiang Rong)
Música
James Horner
Fotografía
Jean-Marie Dreujou
Reparto
Feng Shaofeng, Shawn Dou, Ankhnyam Ragchaa, Yin Zhusheng, Basen Zhabu, Baoyingexige
Productora
Coproducción China-Francia; China Film / Beijing Forbidden City Film / Reperage
Género
Aventuras. Drama | Años 60. Vida rural. Animales. Perros/Lobos. 3-D
Sinopsis
En 1967, Chen Zhen, un joven estudiante de Pekín, es enviado a vivir entre los pastores nómadas de Mongolia Interior. Chen tiene mucho que aprender sobre el modo de vida en esa tierra ilimitada y hostil, sobre la noción de comunidad, de libertad y de responsabilidad, y sobre la criatura más temida y venerada de las estepas: el lobo. Seducido por la compleja y casi mística relación entre estas criaturas sagradas y los pastores, capturará una cría de lobo con la idea de domesticarlo. Pero la relación entre el hombre y el animal, el modo de vida tradicional de la tribu e incluso el futuro de la Tierra se ven amenazados cuando un oficial del gobierno central decide eliminar a los lobos de la región. (FILMAFFINITY)
 
CRÍTICA GENERAL A LA PELÍCULA:
El último lobo
Wolf Totem. Jean-Jacques Annaud. China, 2015.
La novela autobiográfica de Jian Rong (Wolf Totem) fue todo un fenómeno de masas en China. Hasta, nada menos que 2004, la censura oprimió su comercialización. Su autor firma bajo pseudónimo. En plena Revolución Cultural, en el contexto de la China de finales de los 60, Chen Zhen (Shaofeng Feng), un joven estudiante de Beijing viaja a las estepas de Mongolia. La idea es enseñar a leer y escribir a las nuevas generaciones de los pastores nómadas, convivir con ellos y estudiar su relación con el lobo.
En China, la historia llegó a tener tal calado social que los productores empezaron a trazar un plan para encontrar a alguien con la sensibilidad suficiente para plasmar la difícil relación entre el lobo estepario y el hombre. Finalmente el encargo fue diseñado para Jean Jacques Annaud. El director de El oso (L’ours, 1989) disfruta de un gran reconocimiento en China. Su filmografía avala la sensibilidad que requiere el proyecto.
Annaud suele mimetizarse con las trazas estilísticas del país de producción. El director francés estudió la esencia del relato con respecto a la sociedad actual. Si atendemos a la especificidad geográfica, la fascinación por la novela tiene su lógica; el afán por llevar a cabo el filme, también. Es curioso escuchar, en palabras de Annaud, que la mayoría de la población china no conocía la pureza de las regiones de la Mongolia interior. Es curioso también resaltar que la película más vista de Annaud en China es El amante (L’Amant, 1992), película que por otra parte, sigue prohibida. Son sólo pinceladas que advierten del conflicto entre las inquietudes de apertura personal respecto al hermetismo político y social del gigante asiático. El reto para el director ha sido esquivar los aranceles a través del cine y universalizar el mensaje.

Para enmarcar la historia de Jiang Rong, el objetivo de la cámara se desvía hacia el descubrimiento de un mundo más allá de lo prosaico: el reino de Tengrí, paraje protegido por el dios de los nómadas. Un dios que representa el equilibrio de la naturaleza, donde cada ser que lo habita requiere de su espacio y respeto. Así que Annaud acomete la difícil empresa de contar dos historias, bajo dos miradas bien distintas: la del drama por combatir la anemia territorial de los lobos, y otra (más floja), donde asistimos a la crueldad con la que la indefinición del hombre es capaz de desequilibrarlo todo.
El contraste entre las escenas de uno y otro punto de vista es demasiado acentuado, como si fuesen dos películas distintas. Allí donde encontraremos los mayores logros de la película es, sin duda, en los avatares de los lobos. Con ellos, la imagen es heroica y muy poderosa. El “tempo” se ralentiza para favorecer el aspecto más vigoroso del lobo. La puesta en escena de la manada se ha rodado con el máximo virtuosismo. Pura poesía estética. Frente a eso, las imágenes de los humanos son demasiado asépticas, exasperantemente frías, diría yo. En ocasiones las tramas adolecen de trascendencia. Es mucho más difícil empatizar con los humanos que con los lobos. El díptico narrativo no termina de encajar por esa pérdida de cohesión escenográfica.
Eso sí, lo que está claro es que el realizador es un auténtico artesano. La meticulosidad que requiere un rodaje con animales es un trabajo duro. Los números lo dicen todo: tres años adiestrando lobos, dos años más de rodaje y uno de postproducción. Aunque no estemos ante un Annaud tan audaz como antaño, su empeño en su trabajo es encomiable. Es único para traducir en imágenes la dramática cotidianidad del reino animal.
La fotografía es espectacular. Hay algo del realismo rural de Millet en las imágenes. Jean-Marie Dreujou muestra un universo en el que lo sencillo ocupa un lugar de privilegio, al lado de la presencia serena y sincera del espacio natural. Se funde la infinitud con la inmediatez de los pastores nómadas.
Merece la pena deleitarse con las poderosas escenas de la ventisca o la recursiva imagen del lago de hielo. Los encuentros fantasmales con el lago se graban en la retina. Todo un círculo mortal que muestra la cara más oscura de la naturaleza. Metáfora del lago Cocito dantesco, y también de la línea fronteriza que no se debe cruzar, si es que queremos preservar aquello que también somos: la naturaleza.
La tradición y el progreso forman la dicotomía clásica del cine que proviene de Oriente. En El último lobo se solapan de nuevo los dos contendientes. La apacible vida de los nómadas se verá ensombrecida cuando la maquinaria del progreso haga acto de presencia.
Porque lo que indudablemente subyace detrás de El último lobo es una crítica al desequilibrio natural producido por el hombre, incapaz de respetar la armonía que se respira en las estepas de Mongolia. Tengrí no tendrá más remedio que esbozar una nube de desaprobación. La extrapolación a la realidad del gigante asiático es clara: La población se asfixia, protegida por la máscara que esconde la vergüenza de la masacre industrial. Las enfermedades pulmonares no dejan que los niños disfruten de actividades al aire libre, precisamente porque ese aire ya no es libre, está emponzoñado por años y años de contaminación. La película refleja esa situación de forma muy punzante. Obviamente el mensaje se universaliza sólo. La reflexión está servida, y frente a este debate, otro es posible: ¿Pone el realizador francés toda la carne en el asador?, personalmente, no lo creo.
El mensaje se deshilacha. Hay momentos en el que se percibe cierta fatiga. Como si Annaud no se decidiese a apostar por un conjunto temático más coherente. El aspecto formal tampoco ayuda a disipar las dudas. ¿Qué hubiese pasado si Annaud se hubiese atrevido a usar una fórmula puramente visual? Hagamos, por un momento, el ejercicio de imaginar El último lobo sólo con música e imágenes, con más protagonismo de los lobos, apostando por la poesía y dejando de lado lo prosaico. Tengo la sensación de que la odisea de Annaud requería un órdago estético más potente y sobre todo homogéneo. Algo más, en definitiva, algo digno de uno de los mejores directores europeos. Lamentablemente, otra vez será.
 
 
 RECUERDEN SIEMPRE: AMEN LA VIDA DICIENDO NO A LAS DROGAS NI A LA VIOLENCIA, DETENGAMOS EL ACOSO ESCOLAR. PORQUE EL CINE ES LA MEJOR OPCIÓN PARA COMPARTIR.

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